ARTISTAS, MUSAS, MECENAS O MODELOS
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Alguien dijo…“Es más fácil entrar en un museo como musa desnuda, que como artista con nombre femenino. En 1985, solo el 5% de los artistas del Metropolitan de NY eran mujeres. Mientras que el 85% de los desnudos eran femeninos. A día de hoy los números no han cambiado mucho”.
Cuando en el siglo XIX, se universaliza el fenómeno museístico en la cultura occidental, se generalizan los inventarios y catálogos, que son la base y la fuente de toda información. Éstos favorecieron el semianonimato de las mujeres que se ha asumido y perpetuado en el tiempo. Incluso, instituciones tan importantes como el Museo del Prado en sus 200 años de historia, solo hizo la primera muestra monográfica a una mujer, Clara Peeters, en 2017.
Dentro de la especialidad de Historia del Arte, se ha venido haciendo una omisión absoluta de la existencia de la mujer como creadora o como modelo para el arte. Apenas se mencionan las pintoras más reconocidas como Sofonisba de Anguissola, María Luisa Roldán, Artemisia Gentileschi, Berthe Morisot, Natalia Goncharova, Louise Bourgeois, Frida Kahlo o Tamara de Lempicka.

Además, la presencia de una modelo no pasa de ser una anécdota, como es el caso de Simoneta Vespucci a la que pintara Botticelli, siendo la inspiradora de sus bellísimos personajes femeninos, pero redundando en el rol de la mujer como mero sujeto bello, digno de contemplación, decorativo y accesorio. O María Romero, conocida como “María la guapa”, modelo anónima de pintores en las primeras décadas del siglo XX, en un momento en el que posar privadamente para un artista era asociado con una mala reputación. Gracias al proyecto “Miradas de mujer” que el Museo de Bellas Artes de Sevilla tiene en Facebook, se ha podido descubrir la identidad de esta modelo y de muchas otras.
Por otro lado, nos encontramos con el retrato como género que se populariza en época decimonónica, constituyendo un enorme catálogo de rostros de personalidades reflejados con mayor o menor veracidad, dependiendo del artista. En la prensa histórica predominan los retratos reales femeninos, como los de las reinas María Cristina de Habsburgo-Lorena, María Cristina de Borbón, María de las Mercedes o Isabel II. Casi siempre reflejan personas de las clases dominantes de la sociedad asociadas a sus menesteres benéficos, donación de objetos para fines patrióticos, o bien relacionadas con las bodas, ¡sobre todo por el traje de la novia! Lo más “notable” en ellas es su belleza, si la poseen, y su gracia, si les falta la primera. Excepcionalmente, hay retratos de mujeres que predominan por ejercer algún oficio liberal, como son el teatro o el canto. Y son contados los casos en que se incluya alguna dama notable, como Cecilia Böhl de Faber, autora de las obras literarias firmadas bajo el pseudónimo masculino de Fernán Caballero.
Entre los retratos del siglo XIX que figuran en las colecciones del Museo de Bellas Artes de Sevilla, se advierte una predominancia del anonimato en los femeninos. De ahí que esta institución, desde hace años, esté llevando a cabo una importante investigación para devolver el nombre a esas mujeres que quedaron descritas en los inventarios de los museos como “hermana de”, “esposa del pintor” o “señora de” sin que hayan trascendido sus nombres y apellidos.
En todos estos documentos se percibe un sesgo androcentrista. Por ejemplo, en el último inventario del Museo editado en 1990, el pintor Diego López titula el retrato de su esposa, cuya única referencia es “María de la Palma”, como “Retrato de su esposa con mantilla”, mientras que el de su hermano tiene por título “Retrato de D. José López”. En el caso de la esposa, se hace mención a la indumentaria, la mantilla recalcando su feminidad, lo que no sucede con la vestimenta de su hermano.

Recordemos que este Museo de Sevilla, desde su creación en 1835 y a raíz de las desamortizaciones del XIX, acoge entre sus fondos un gran volumen de obras religiosas, a las que, se han unido obras procedentes de donaciones. Desde el principio, la presencia de mujeres artistas en estas colecciones fue inexistente hasta que, en 1953, Magdalena Leroux donó dos obras suyas a la institución. Más tarde, en 1980, fue paliándose esta ausencia con donaciones de Margherita Caffi, pintora barroca italiana protegida de los Médici, experta en bodegones de flores y frutas.
Otro ejemplo es el de María Roy, esposa del Gonzalo Bilbao, retratada por su marido. Gracias a su mediación, fue donado al museo el gran lienzo de Las cigarreras, de 1915, en el que el pintor, además de contar la historia de estas mujeres, denuncia la precariedad laboral a las que están sometidas.
Como se ha puesto de manifiesto, la Historia del Arte necesita una revisión urgente del papel de la mujer como ARTISTA, MUSA, MECENAS O MODELO.
Giovanna G. de Calderón
MUJERES Y PATRIMONIO
1 de junio de 2023
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