BREVE HISTORIA DE LA CASA DE CAMPO
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La Casa de Campo de Madrid fue declarada Bien de Interés Cultural en la categoría de Sitio Histórico en 2010.
Su historia es de gran importancia, ya que fue la razón por la que Felipe II trasladó la corte a Madrid. En esta decisión tuvo gran responsabilidad Isabel de Valois quien, aburrida en el Alcázar de Toledo y agobiada por el clima de esa ciudad, le convenció de la necesidad de este cambio.
Fuese por amor o por política, el 8 de mayo de 1561 Felipe II estableció la corte de forma permanente en Madrid. Además de complacer a su esposa, cuya salud mejoró sustancialmente con el traslado por el clima, esta localidad ofrecía una centralidad geográfica y abundancia de agua.

El palacete de los Vargas de origen renacentista, fue construido en 1519 por orden de Francisco de Vargas y Medina, conocido como “el licenciado Vargas” porque fue consejero de Castilla en tiempos de los Reyes Católicos. En ese momento, era el cabeza de la Casa de Vargas, una familia noble española cuyo linaje se inició cuando Juan de Vargas, valeroso guerrero, ayudó a Alfonso VI a la reconquista de Madrid, hacia 1083. Una vez pacificado el reino, se convirtió en un rico hacendado a cuyo servicio estuvo San Isidro Labrador, patrón de la Villa y Corte de Madrid. Por cierto, su mujer María Toribia, conocida como Santa María de la Cabeza, fue la única santa nacida en Guadalajara.
Por allí pasaron personajes ilustres como el emperador Carlos I, incluso Francisco I de Francia durante su cautiverio en Madrid.
El fallecimiento de Francisco de Vargas animó a Felipe II a reanudar las negociaciones y, finalmente, logró comprárselo para su amada esposa a Doña Antonia Manrique de Valencia que era curadora, es decir tutora, de su hijo Don Francisco de Vargas Manrique, heredero de la Casa de Campo. Finalmente, Don Rodrigo de Vargas gestor de la familia, se lo venderá en agosto de 1561.
No fue una negociación fácil ya que los propietarios era gente de alto linaje a los que el Rey debía favores y con los que no quería roces. Además, eran tiempos difíciles, ya que los prolongados enfrentamientos con Francia habían dejado al país en la ruina, hasta el extremo de que se tuvo que declarar la bancarrota. Pero no cejó en su empeño y los Vargas vieron como buen negocio la venta de su Casa del Campo, si ello contribuía a mantener la Corte en Madrid ya que revalorizaría sus otras posesiones. Al final aceptaron un Juro, una especie de pagaré, por valor de once mil ducados, lo que equivale a 30.330,89 pesetas o sea 182,30 euros.

La construcción fue reformada en el siglo XVII junto con el entorno del jardín, cuando además de bellas fuentes se instaló la estatua ecuestre de Felipe III realizada en bronce, que desde el siglo XIX adorna el centro de la Plaza Mayor.
La Casa de Campo mantuvo su fisonomía renacentista hasta que, ante su deteriorado estado, Carlos III le encargó a Francesco Sabatini que procediera a su remodelación en 1767. Asimismo, introdujo ganadería y agricultura que serían continuados por la Reina María Cristina.
Con la llegada de la Segunda República, en 1931, el espacio fue cedido al pueblo de Madrid que desde entonces lo ha convertido en su parque preferido.
Durante la guerra civil fue frente de batallas y bombardeos que afectaron a sus construcciones antiguas e hicieron aparecer nuevas construcciones militares, que aún se pueden ver.
Cuando vuelvas a pasear por la Casa de Campo, acércate al antiguo palacete de los Vargas y recuerda esta bella historia de amor entre Felipe II e Isabel de Valois.
Giovanna G. de Calderón
MUJERES Y PATRIMONIO
16 de abril de 2023
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