COLECCIONES REALES GRACIAS A LOS PATRONATOS FEMENINOS
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Después de 25 años, a finales del pasado mes de julio se inauguró un nuevo museo conocido como la Galería de las Colecciones Reales de Madrid. Este proyecto colosal de Patrimonio Nacional está cobijado en un edificio impactante de 40.000 metros cuadrados, diseñado por Emilio Tuñón y el fallecido Luis Moreno Mansilla. Aquí se exponen nada menos que 650 piezas atesoradas durante cinco siglos por Austrias y Borbones que incluyen obras de Caravaggio, Tiziano, Goya o Velázquez.
Pero, ¿cómo se inician estas Colecciones Reales? ¿Cuáles fueron las principales coleccionistas? Son tantas las mujeres comprometidas como patronas que me limitaré a mencionar tan solo unas pocas.
Los Austrias inician su colección con la herencia de Juana I de Castilla (1479-1555), hija de los Reyes Católicos y madre del emperador Carlos V. Esta reina que no pudo reinar y con una educación exquisita, fue una gran coleccionista y mecenas. En 1501 encargó una monumental serie de nueve paños al célebre tapicero de la corte de Bruselas, Pieter van Aelst, conocida como “los Paños de oro”.

Carlos V los llevó a su retiro en Yuste y después su hijo Felipe II los trasladó al Escorial, donde fueron utilizados en las ceremonias religiosas de la Corte. Juana I de Castilla fue la responsable de esta prolífica producción de arte textil dentro del panorama artístico de la monarquía hispánica en la transición de la Edad Media a la Edad Moderna.
Pero, además, inculcó este amor por el coleccionismo a sus hijos. Si Carlos V vio en el arte una forma de propaganda para dar a conocer su perfil de emperador cristiano, su hermana María de Hungría (1505-1558) fue la verdadera artífice de la colección artística de los Austrias. Además de reina consorte de Hungría y gobernadora de los Países Bajos españoles, destacó por su papel de mecenas de las artes. Trajo a España gran parte de su biblioteca realizada por Van der Weyden, que contenía algunas de las últimas corrientes del humanismo, constituyendo sus libros el germen de la Biblioteca Laurentina del Monasterio.
Esta formación humanista llegó a Felipe II, que se convertiría en un experto de primer orden, trazando las grandes líneas del coleccionismo posterior.
Felipe IV recogió esa pulsión y se erigió en uno de los más grandes aficionados de Europa, especialmente de fondos pictóricos, gracias a Velázquez que fue su mentor y consejero en su faceta de coleccionista interviniendo directamente en la adquisición de un buen número de obras para el monarca.
La Galería de las Colecciones Reales también reserva un espacio para los Reales Patronatos femeninos como son los monasterios de monjas que, desde la Edad Media, fundaron las mujeres miembros de la Familia Real. Son espacios singulares en los que se desarrolló un mecenazgo artístico. En la Planta –1 se exhiben textiles medievales procedentes de Las Huelgas de Burgos. Recordemos que este monasterio cisterciense femenino fue fundado en 1187 por el rey Alfonso VIII de Castilla, gracias al empeño de su esposa Leonor de Plantagenet. También hay un tapiz de Rubens procedente de las Descalzas Reales diseñado por encargo de Isabel Clara Eugenia, gobernadora de los Países Bajos. Este monasterio de Nuestra Señora de la Visitación, más conocido como las Descalzas Reales, fue fundado en 1559 por Juana de Austria, hermana de Felipe II.
Con la llegada de los Borbones en 1700, tenemos un caso excepcional con Isabel de Farnesio, segunda esposa de Felipe V, quien además de atesorar una colección que se estima rondaba los 900 cuadros, practicó la pintura como aficionada. Por cierto, cada uno de los cónyuges marcaba sus cuadros con un símbolo dinástico diferenciado (la flor de lis, ella; y la Cruz de Borgoña, el rey).

Otra gran aficionada al arte fue María Isabel de Braganza, segunda consorte de Fernando VII, que apoyó la iniciativa de reunir las obras que habían atesorado los monarcas españoles para crear un Museo Real, el que ahora conocemos como el Museo del Prado. Iniciada en la pintura, propició que la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando impartiese clases también a las mujeres, siendo la única soberana de España que ostentó los tres nombramientos más importantes que concedía esta institución: el de Académica de Mérito, Académica de Honor y Consiliaria de la Academia.
A la muerte de Fernando VII, en 1833, se puso en peligro el porvenir del Museo del Prado: al no estar explícitamente vinculadas a la Corona, las colecciones podrían ser divididas entre las tres herederas (la futura Isabel II, su hermana la infanta Luisa Fernanda, y su madre la regente María Cristina). Gracias a la generosidad de Isabel II, se toma la resolución definitiva de incluir la totalidad de las obras de arte en la herencia de la futura reina, concediéndole a su hermana una compensación financiera.
Estas mujeres son tan solo algunas de las responsables de que hoy podamos disfrutar de las Colecciones Reales.
Giovanna G. de Calderón
MUJERES Y PATRIMONIO
1 de octubre de 2023
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