EL PATRIMONIO NACIONAL DE ESPAÑA
por ANA DE LA CUEVA, presidenta de Patrimonio Nacional
Patrimonio Nacional es la institución que custodia, conserva y exhibe los bienes que, históricamente, formaron parte de la Corona y hoy están destinados al disfrute de la ciudadanía y al uso del Jefe del Estado y de la Familia Real en el ejercicio que la alta representación que la Constitución y las leyes les atribuyen. Tal y como establece su actual ley reguladora (Ley 23/82, de Patrimonio Nacional), el conjunto de bienes inmuebles, muebles y patrimonio natural que tutela constituye el contenido de una institución con unas dimensiones y características únicas, tanto por su calidad como por su extensión. Pensemos que una pequeña parte de lo que conformaban esas colecciones, la pintura y la escultura, se desgajó en el S. XIX y es lo que hoy es el núcleo fundacional del Museo del Prado. En ese mismo nivel de calidad excepcional se halla el resto de bienes culturales y naturales de la institución.
En términos de cifras, Patrimonio Nacional custodia, entre otros, 19 palacios, 28 establecimientos religiosos, 3 museos, 7 colegios y casi 19.000 hectáreas de montes, bosques y jardines. Conserva monumentos tan diversos como el Palacio Real de Madrid, el Monasterio de El Escorial, el Palacio de La Granja o los monasterios de Las Huelgas o las Descalzas Reales, además de un vasto patrimonio natural.
Ana de la Cueva, presidenta de Patrimonio Nacional
Sus bienes se acopiaron gracias al impulso de la Corona y, a partir de mediados del S. XIX, en que fueron nacionalizados, han permanecido adscritos a los bienes del Estado, a través de los diversos mecanismos legales que se han ido sucediendo en el tiempo a medida que la nación ha ido avanzando hacia el orden moderno y democrático del que disfrutamos en la actualidad. Esta circunstancia explica la singularidad de nuestra institución en el conjunto europeo, ya que, por el contrario, la mayoría de las monarquías de nuestro entorno aún consideran este tipo de bienes como patrimonio privado y no público.
Como todo establecimiento cultural, Patrimonio Nacional es una entidad que custodia y gestiona la memoria colectiva. Como sabemos, desde tiempos bíblicos, las virtudes más valoradas en la mujer eran la discreción y el silencio: en consecuencia, la presencia de lo femenino, en el ámbito de lo público, ha sido sistemáticamente acallada, cuando no borrada. Pese a ello, las mujeres han construido estrategias para luchar contra el silencio y la ausencia a los que eran condenadas. Su modus operandi, frecuentemente, se ha movido en los márgenes del poder, aprovechando los resquicios, las grietas de un sistema que, ensalzando sus virtudes de belleza y pasividad, buscaba anularlas, pero al mismo tiempo las necesitaba, en cuanto que madres, esposas e hijas.
Ese modo de conseguir ejercer el poder ha estado, lógicamente, en consonancia con la posición social y las posibilidades de cada miembro de este grupo social. Los bienes que hoy custodia y conserva Patrimonio Nacional, en gran parte, se deben al impulso de algunas mujeres notables y a su sensibilidad artística, así como a su voluntad de hacer del patrimonio artístico un elemento de cohesión dinástica y un instrumento político, amén de un instrumento de propaganda religiosa, en especial durante la dinastía de los Austrias.
Figuras como Margarita de Austria, tía y educadora de Carlos V en Malinas, y su sucesora en el gobierno de Flandes, o María de Hungría, hermana del emperador, fueron grandes coleccionistas tanto de objetos de bellas artes como de libros. En este orden de cosas, hay que recordar que la colección bibliográfica de María de Hungría, hermana de Carlos V, constituyó el núcleo fundacional de la Real Biblioteca de El Escorial, instituida por su sobrino Felipe II, cuya hermana, Juana de Austria, fue la fundadora del Monasterio de las Descalzas Reales. Décadas después, otra Margarita de Austria, esposa de Felipe III, fue fundadora del Monasterio de la Encarnación.
Una centuria más tarde, con el cambio dinástico a los Borbones, Isabel Farnesio, segunda esposa de Felipe V, contribuyó decididamente a la modernización del paradigma estético en la corte de Madrid, pasando del gusto nórdico al francés. Su impulso favoreció la creación del Palacio de La Granja -en cuya concepción decorativa participó activamente- e hizo posible llevar a cabo una intensa labor coleccionista. Formada en el refinamiento artístico de la familia Farnese en Italia, sus gustos influyeron decididamente en la educación de su hijo, el futuro Carlos III, quien promovió ambiciosas empresas culturales, como las excavaciones arqueológicas de Pompeya y Herculano mientras fue rey de Nápoles, o la renovación urbanística de la ciudad de Madrid cuando más tarde fue proclamado rey en España.
En la actualidad, Patrimonio Nacional es consciente de que el discurso que ha vertebrado la tradicional presentación de sus colecciones ha sido, como en el caso de sus instituciones homólogas, un discurso hegemónico y monocorde. Este relato maximalista ahora debe ir renovándose y dando paso a otros microrrelatos complementarios, otras perspectivas que enriquezcan nuestra mirada sobre la historia. La perspectiva de género es una de ellas.
Hace unos años, Patrimonio Nacional presentó la exposición temporal “La otra corte”, un proyecto dedicado a estudiar la génesis y el desarrollo de los monasterios de las Descalzas Reales y la Encarnación -ambos impulsados por mujeres de la Corona, como he comentado más arriba- y, en especial, el papel de sus fundadoras. La exposición mostró cómo esos centros de patronazgo femenino en la época de los Austrias fueron auténticos centros de poder que se desarrollaron de manera paralela y complementaria al poder masculino ejercido en el Alcázar de Madrid, situado a unos metros. Hoy en día, estos cenobios aún están en activo, regentados por comunidades de religiosas, que llevan a cabo una organización de la vida activa que combina el trabajo y la conservación del patrimonio cultural y natural con la vida espiritual.
Es interés de nuestra institución completar la mirada sobre nuestra historia con otras iniciativas similares que rescaten la visibilidad de labor de las mujeres en la conformación de lo que hoy es Patrimonio Nacional. Y en ello estamos trabajando.
El ámbito de los museos y las instituciones culturales ha sido probablemente uno de los que más tempranamente ha contado con mayor número de profesionales femeninas, sin duda por la vinculación que el trabajo cultural guarda con los roles tradicionales de cuidado del hogar y educación de los hijos. Hoy en día, Patrimonio Nacional cuenta con un equipo variado y multidisciplinar, cuya distribución por géneros cuenta aún con mayor número de hombres que de mujeres. Las últimas estadísticas, de febrero de 2022, muestran un 38,9% de personal femenino, frente al 55,1% de media en el resto de museos y equipamientos culturales españoles, dato que recogía en noviembre de 2021 el “Observatorio de igualdad de género en el ámbito de la cultura” del Ministerio de Cultura y Deporte.
Un aspecto muy singular de la actividad de Patrimonio Nacional es el número y variedad de artesanos que desarrollan tareas de mantenimiento de los palacios. Doradores, ebanistas o relojeros han desarrollado su vida profesional en Patrimonio Nacional, ya que este es un lugar único para la pervivencia de algunas de estas tareas especializadas. Por ello, el tiempo de permanencia de estos profesionales en la casa es siempre dilatado. Especialmente entrañable es el caso del servicio de sastrería, cuya jefa ha trabajado durante décadas en los talleres del Palacio Real. En el caso de los talleres de restauración, gran parte de ellos están dirigidos por mujeres.
En el ámbito de la gestión, administración, conservación e investigación, el número de profesionales técnicas y científicas es muy elevado, siendo, actualmente, la presencia femenina mayoritaria en el Comité de Dirección. Patrimonio Nacional es un lugar donde, hoy por hoy, el techo de cristal profesional se ha roto y donde los procedimientos de trabajo están basados en el diálogo y en los equipos de trabajo plurales, en los que, desde la igualdad de oportunidades, nos esforzamos en la realización de proyectos de transformación y modernización que ayuden a la institución a alcanzar la puesta al día y la calidad que le corresponden.
Cuando reflexionamos sobre el público al que nos dirigimos, somos conscientes de que las mujeres somos grandes consumidoras culturales. En la política de apertura a la sociedad que está llevando a cabo Patrimonio Nacional, queremos dirigirnos a los colectivos de mujeres, a las que tenemos mucho que ofrecer, tanto en el ámbito de cultura y ocio, como en el aspecto profesional. Por ello, celebramos la existencia de una iniciativa como la Asociación de Mujeres para el Diálogo y la Educación, que se esfuerza por dotar de herramientas de formación y cultura a las mujeres. Colaborando con proyectos como el vuestro, seremos capaces de conectar con las inquietudes culturales y educativas de las mujeres, para ofrecerles alternativas de ocio y formación que faciliten su integración y el emprendimiento. Deseamos que nuestras colecciones sean fuente de inspiración para el desarrollo de talleres y seminarios que ayuden a mujeres en situación de vulnerabilidad social y laboral. Pero también esperamos que vuestra Asociación nos ayude a conectar con mujeres empresarias que, con especial sensibilidad, puedan apoyar a la cultura y a instituciones como la nuestra, a través del mecenazgo y la responsabilidad social corporativa.
La cultura asociativa de las mujeres es constitutivamente muy fuerte, ya que sus logros sólo han podido ser alcanzados gracias a su unión en torno a un objetivo común. Debemos sacar partido entre todas de esa forma de avanzar, de vivir y de disfrutar juntas que nos caracteriza y que nos confiere una especial vitalidad y empatía.
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