LAS MUJERES DE LA GOMERA
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Iniciamos 2023 en Canarias, concretamente en La Gomera porque, a pesar de ser pequeña, es una de las islas con más patrimonio: el parque nacional de Garajonay, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1986; el Silbo Gomero, un lenguaje silbado heredado de los aborígenes gomeros, también Patrimonio de la Humanidad desde 2009 y, además, es Reserva de la Biosfera desde 2012.
Situado en el centro de la Isla de La Gomera, el parque natural de Garajonay posee un bosque de laurisilvas que cubre casi las tres cuartas partes de su superficie. La humedad emanada de sus numerosos manantiales y arroyos propicia el crecimiento de una exuberante vegetación análoga a la de la Era Terciaria, que ha desparecido por completo de la Europa Meridional, debido a los cambios climáticos.

Pero su mayor riqueza fueron las mujeres, depositarias de las tradiciones más ancestrales. Su papel ha sido fundamental para la conservación del patrimonio cultural y las costumbres de La Gomera. En muchos casos siempre fueron ellas las que se ocuparon de los trabajos y, en otros, sustituyeron a los hombres que emigraban, sobre todo en los 50’ y 60’. Ante la ausencia de varón, se vieron obligadas a trazar estrategias de supervivencia, como lo demuestran los protocolos notariales y la comunicación epistolar entre los emigrados y sus esposas.
Algunos ejemplos van desde la tradición de las loceras, alfareras que trabajan sin torno con técnicas arcaicas, a los molinos de gofio o las queserías, algunos de ellos todavía regentados por mujeres.
Pero hoy quiero recordar a una mujer muy especial, Beatriz de Bobadilla, Señora de la Gomera. Hubo dos mujeres conocidas como Beatriz de Bobadilla que en su tiempo alcanzaron gran renombre y fama. Eran tía y sobrina, ambas nacidas en Medina del Campo, con veinte años de diferencia. Ambas vivieron en la Corte de los Reyes Católicos y la tía pasó a la historia como valiente, leal, virtuosa y mejor amiga de Isabel desde niña.
Sin embargo, la sobrina de una belleza deslumbrante, se caracterizó por su crueldad, codicia y apetito sexual. Tuvo amantes muy variados como el maestre de Calatrava, el rey Fernando, los líderes guanches, esclavos negros, otros soldados y señores, además de Cristóbal Colón.
Según parece, la reina Isabel estaba muerta de celosy su tía intercedió para que no la matara, sino que la desterrara casándola con Hernán Peraza, señor de La Gomera, con quien tuvo dos hijos, Guillén e Inés.
A Beatriz le llamaban La cazadora, apodo que en principio venía de su padre, Cazador Mayor del Rey, pero en la Gomera el apodo iba a adquirir otro significado. Cuando su marido se hizo amante de una princesa nativa, Yballa, los guanches acabaron con la vida de Peraza y estalló una tremenda rebelión en toda la isla contra los castellanos.
Beatriz demostró coraje y valor, se encastilló en la Torre de San Sebastián de la Gomera y aguantó hasta que llegaron las tropas de Gran Canaria al mando de su gobernador Pedro Vera, que hicieron huir a los rebeldes a los que ofrecieron una amnistía a cambio de su rendición. Estos la aceptaron y entonces, faltando a su palabra, desataron una represión terrible, asesinando a muchos de ellos, tanto de las tribus sublevadas como de otras que no habían participado, y desatando así una terrible cacería de exterminio en la que buscaron la muerte de todo varón mayor de quince años. Fue tal la crueldad que ambos fueron denunciados, entre otros, por el obispo de Gran Canaria, y hubieron de comparecer ante los reyes a rendir cuentas. Una vez más, los buenos oficios de su tía, la condesa de Moya, lograron que su sobrina pudiera volver a la Gomera, pero su nombre quedó manchado para siempre.

Tras la muerte de su esposo a manos de los guanches, la aún joven gobernadora de La Gomera regresó a la corte donde conoció a Cristóbal Colón con el que comenzó una tórrida relación. En su segundo viaje, el Almirante hizo engalanar y embanderar las naves y anunció su llegada con fuegos artificiales. Ella, viuda, le recibió con alegría y hospitalidad íntima al decir de las lenguas marineras. Es posible que se hiciera ilusiones de casarse con el Almirante, pero éste nunca quiso comprometerse. Cuando Colón volvió a pasar por la Gomera se la encontró casada con el Adelantado de Canarias, Alonso Fernández de Lugo, a quien ayudó a conquistar Tenerife.
Como la reina Isabel le tenía prohibido regresar a Castilla, solo cuando ésta falleció en 1504, Beatriz pudo regresar a Medina del Campo. Ese mismo año la encontraron muerta en su cama, con la duda de si había sido por causas naturales o había sido envenenada.
La leyenda de La cazadora ya estaba forjada: mujer despiadada, cruel, sanguinaria, ambiciosa, ladrona y ninfómana, a la que se unió el de dama sangrienta, traficante de esclavos y envenenadora, pues también se dijo que así acababa con algunos amantes en la Gomera cuando se cansaba de ellos. Pero ni siquiera todo ello pudo borrar la huella de su belleza…
MUJERES Y PATRIMONIO
Giovanna G. de Calderón
15 de enero de 2023
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