LAS PATRICIAS
ROMANAS
Bio
Las minas de Almadén, en explotación desde los tiempos de los fenicios, estaban en pleno funcionamiento en época romana, cuyo producto estrella era el bermellón, y no el mercurio, convirtiéndose en el principal centro de producción de este tinte en todo el Imperio. Para evitar la revelación del secreto de su transformación, el material viajaba en bruto y los trabajos de molienda y purificación se llevaban a cabo en Roma.
Este tinte rojo de gran calidad se destinaba a diferentes usos, desde pintar las estatuas imperiales al maquillaje de las patricias. En la época romana ya existía un amplio repertorio cosmético de ungüentos, perfumes, sombras de ojos, esmalte de uñas, delineadores de ojos… El maquillaje denotaba cierta sofisticación por lo que hombres y, sobre todo, mujeres lo llevaban para salir. Influenciadas por la moda griega, trataban de aparentar una tez lo más clara posible, para lo que utilizaban una sustancia blanca conocida como creta, cerussa, por la cara, incluso en el escote y los brazos.
Los diversos colores, generalmente, se obtenían con diferentes minerales o raíces molidas que se mezclaban bien con aceite, agua o incluso saliva. El rojo se extraía de un polvo de las tierras rojas, compuesto de hierro de gran pureza. También se usaba el cinabrio (sulfuro de mercurio), muy popular en la Hispania romana gracias a nuestras minas de Almadén, que al ser un poco anaranjado se utilizaba en los labios.
En el caso de la sombra de ojos verdes, se recurría a las “tierras verdes”, con la celadonita y la glauconita. Los ojos se oscurecían con antimonio y, a veces se pintaban con toques de azafrán y, para dar luminosidad al rostro, empleaban polvos de mica. Otros útiles de tocador como espátulas, removedores, pinzas, peines, recipientes y agujas para el cabello y, por supuesto, espejos, completaban el tocador de las matronas.