MÁS DE 800 AÑOS DE LOS AMANTES DE TERUEL
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La aparición del arte mudéjar en Aragón, hacia el siglo XII, se debió a las peculiares condiciones políticas, sociales y culturales de la España de la Reconquista. Esta fusión de elementos árabes y cristianos se inscribió en la Lista de Patrimonio Mundial en 1986 y 2001 porque dio origen a un estilo genuino y propio. En Teruel lo apreciamos en la Catedral de Santa María de Mediavilla, las iglesias de El Salvador, San Martín o la de San Pedro. Y será en este templo donde sucede, en el siglo XIII, una de las historias de amor más bellas de nuestra literatura,Los amantes de Teruel. Sus momias fueron encontradas en 1533 en la conocida como la Capilla de los Amantes y fueron trasladadas a dos sarcófagos esculpidos por de Juan de Ávalos.

La historia-leyenda nos cuenta que en Teruel, en el siglo XIII, hubo un rico mercader que tenía una hija muy bella de nombre Isabel de Segura. Un día, en el mercado conoció a un pobre pero honrado muchacho llamado Diego de Marcilla. Ambos se enamoraron profundamente pero el padre de Isabel le despreciaba por su falta de dinero. Le propuso que le esperara cinco años, para ir en busca de fortuna y hacerse digno de matrimonio, lo cual ella prometió. Pasados los cinco años, luchando en la Reconquista, ganó cien mil sueldos y durante ese tiempo Isabel fue importunada por su padre para que tomase marido. Ella, viendo que el plazo estaba a punto de concluir y su novio no comparecía ni daba razón de sí, terminó por creer que estaba muerto. Inmediatamente, el padre le organizó la boda con un rico pretendiente, pero ese mismo día regresó Diego de Marcilla, que había sufrido todo tipo de contratiempos.
Esa noche, Diego logró entrar sin ser visto en la recámara donde los esposos dormían, y suavemente la despertó, rogándole “Bésame, que me muero”, y ella le respondió dolida: “Quiera Dios que yo falte a mi marido; por la pasión de Jesucristo os suplico que busquéis a otra, que de mí no hagáis cuenta, pues si a Dios no ha complacido, tampoco me complace a mí”. Él dijo otra vez: “Bésame, que me muero”. “No quiero”, repuso ella y, entonces, él cayó muerto.
La joven recordó entonces cuánto quería a Diego y todo lo que había hecho por ella y que, por no quererlo besar, había muerto. Se dispuso a besarlo antes de que lo enterrasen y se fue a la iglesia de San Pedro, donde lo tenían. Las mujeres honradas se levantaron por ella, pero solo le preocupaba ir hacia el muerto. Le descubrió la cara apartando la mortaja, y lo besó tan fuerte que allí murió. Cuando la gente allí presente vio que ella, que no era parienta, estaba así yacente sobre el muerto, fueron para decirle que se quitase de encima, pero la encontraron muerta. El marido contó el caso a todos los que había delante y todos acordaron enterrarlos en unas sepulturas juntas para siempre.

Quizás Isabel y Diego no existieron, pero sí dos jóvenes llamados Juan de Marcilla y la única hija de Pedro Segura que protagonizaron esta historia de “amores verdaderos”, tal y como como recoge en 1217 el Juez de Teruel, D. Domingo Celadas.
Desde 1996, entre el 16 y el 19 de febrero, se teatraliza esta leyenda en Teruel con el título de Las Bodas de Isabel de Segura.
MUJERES Y PATRIMONIO
Giovanna G. de Calderón
14 de febrero de 2023
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