OBRAS FIRMADAS POR MUJERES EN LAS COLECCIONES REALES
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Entre las 650 piezas que se exhiben en la Galería de las Colecciones Reales, llama la atención un manuscrito autógrafo de Santa Teresa de Jesús que es, según la cartela, “La vida de la Madre Teresa de Jesús y algunas mercedes que Dios le hizo, escritas por ella misma”.
Encontramos tres obras firmadas por mujeres que fueron pioneras. En primer lugar está la estatua de San Miguel venciendo al demonio. Esta talla en madera policromada, realizada en el año 1692 por Luisa Roldán, “La Roldana” (1652 –1706), es una de las obras maestras de una mujer que superó las barreras existentes en la época para que las mujeres pudieran dedicarse al mundo del arte.
La escultura que, aparentemente, representa al arcángel en un intento por detener al demonio, parece tener distintas lecturas ocultas: una de ellas, el carácter femenino del ángel cuya cara le identifica con la escultora, afirmando así la presencia femenina en las artes, en tanto que el diablo aparece como varón. Otra consistiría en la representación de su marido como el diablo, bien porque hubiese posado así para ella o bien porque la autora, consciente o inconscientemente, le hubiera reflejado en este papel. La imagen se relaciona con el deseo femenino de vencer, y con la iconografía de “mujeres fuertes” que tuvo un cierto desarrollo en la segunda mitad del siglo XVII.

Pero, ¿quién era La Roldana? Luisa fue la primera escultora de la Corte de los Austrias. Nacida en Sevilla, aprendió el oficio con su padre, el gran escultor Pedro Roldán, ya que las mujeres en esa época no podían estudiar anatomía. Fue la quinta de los doce hijos del matrimonio y tanto ella como sus hermanos trabajaron en el taller del padre que era profesor de dibujo en la Academia de Sevilla. Se casó por amor, en contra de su padre, lo que demuestra que era una mujer independiente y con una fuerte personalidad. Tuvo siete hijos, aunque parece ser que no fue un matrimonio muy bien avenido.
En cuanto a su obra, como España se encontraba en plena Reforma, su escultura fue de temática religiosa. Siguiendo las directrices del Concilio de Trento, la Roldana trató de humanizar el arte de las imágenes para acercar la religión al pueblo, dotándolas con gran movimiento y expresividad, convirtiéndose así, en una de las principales figuras de la escultura del barroco en Andalucía. Cuando tuvo su propio taller, trabajó para el cabildo catedralicio de Cádiz, en Sevilla y, finalmente, en Madrid como escultora de cámara para los monarcas Carlos II y Felipe V hasta su fallecimiento. Realizó esculturas de tamaño natural para procesionar. Asimismo, realizó numerosos belenes en terracota de estilo italiano. A pesar de su fama, no se enriqueció y ni siquiera pudo llevar una vida decente. De hecho murió en la pobreza más absoluta.
Otra obra expuesta en las Colecciones es la Virgen del Silencio de Lavinia Fontana (1589). Perteneciente al manierismo renacentista, representa al Niño Jesús dormido en su cuna, arropado por la joven Virgen que centra la composición. A la derecha San José con los brazos extendidos contempla la escena, y en el lado opuesto, San Juanito mira al espectador pidiéndole silencio mientras porta la cruz con la filacteria enrollada donde se lee “Ecce Agnus Dei qui…” La gestualidad exagerada de los personajes anuncia el manierismo de la escena: el dedo índice sobre los labios de San Juanito, las manos de María sujetando el velo y los brazos de San José, abiertos en un ángulo de noventa grados que parece proteger al grupo y enmarca la composición, mientras que Jesús acomoda sus pequeñas manos sobre la almohada entrelazando los dedos.

De nuevo, la temática tratada en este lienzo sigue las indicaciones del Concilio de Trento en el que se pide a los artistas que humanicen estos momentos para acercarlos a los fieles a fin de que les sirvan de ejemplo. Esta obra sirvió de inspiración a otros pintores.
Lavinia Fontana, reputada artista italiana fue, según parece, la primera mujer que llegó a ser dueña de su propio taller. Pionera en la práctica profesional de la pintura, no se limitó a los géneros considerados “femeninos”, tales como bodegón, flores, miniaturas y pequeños retratos, sino que realizó grandes cuadros de altar, retratos de grupo, paisajes e incluso obras mitológicas que incluían desnudos, tema singular en una época en la que las mujeres no se dedicaban a este tipo de representaciones. Felipe II le entregó mil ducados por su creación de la Virgen del Silencio.
Por último mencionar el cuadro El príncipe Alfonso, cazador pintado por Cécile Ferrère (1869) y encargado por Isabel II cuando estaba exiliada en París. Es un retrato del heredero con doce años que porta el Toisón de Oro. Fue catalogado como Arte Incómodo.
Giovanna G. de Calderón
MUJERES Y PATRIMONIO
1 de octubre de 2023
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